Adela peina su cabellera rosa, escoltada por fotos de su novio y del Che Guevara. Es enfermera, transgénero y concejala en Caibarién, un pueblo pesquero ubicado a unos 50 km de Santa Clara, en el centro de Cuba.
Santa Clara es la capital de la provincia de Villa Clara. En esa ciudad Ernesto Che Guevara descarriló un tren militar de Fulgencio Batista en 1958, y la ciudad adoptó al argentino como hijo. Allí descansan sus restos, en un memorial, junto a sus compañeros de la guerrilla boliviana.
A 30 km de Santa Clara está Placetas, terruño del actual presidente Miguel Díaz-Canel. Y en las últimas décadas toda la provincia se ha convertido en la más inclusiva para personas LGBT.
«Soy más revolucionario que gay, y lo he demostrado a este gobierno, a esta sociedad, a muchos dirigentes y oponentes homofóbicos (…) ¡Y mira que más gay que yo no hay!, porque lo soy de nacimiento», explica José Agustín Hernández, de 53 años, Adela, autoridad del Poder Popular en Caibarién y quien habla de sí mismo como él o ella indistintamente.
Su nombre como mujer, Adela, lo tomó de la central azucarera en donde nació. Además de sus ocupaciones habituales como autoridad, lleva casi tres décadas de transformista.
Cuando la isla socialista debate la inclusión del matrimonio homosexual en su nueva Constitución, en Santa Clara, de 200.000 habitantes, recuerdan que la lucha se inició allí.
Además de su concejal, la provincia tiene un hotel «gay friendly» y un centro cultural con espectáculos de drag queens que sobrevivió desde 1984 a años de homofobia.
«Cuando leo el proyecto de Constitución me doy cuenta de que no estaba equivocado: no discriminación por género», dice Ramón Silverio, de 69 años y fundador de El Mejunje, un espacio inclusivo ubicado cerca de la plaza principal.
«Santa Clara es otra, no se extraña ni se asombra con nada, porque todo puede pasar», agrega.
Un mejunje que cura todo Un mejunje es una poción de diversas hierbas medicinales.
Edificado sobre las ruinas de un hotel, da espacio a jóvenes artistas y músicos. Hay teatro, sala de conciertos y espacio de baile para niños y adultos. La entrada cuesta 5 pesos cubanos (20 centavos de dólar).
«Mi idea fue hacer un lugar para todas y todos, sin importar quienes fueran ni sus preferencias», dice Silverio a la AFP.
«En esos primeros años El Mejunje era visto como el infierno, aquel lugar que reunía a esas personas que, por estereotipos, no eran aceptadas por la sociedad», explica.
Eran épocas en Cuba en que los homosexuales eran hostilizados y marginados. Pero poco a poco «la imagen fue cambiando y la gente se dio cuenta de que era algo que no podía negarse», afirma.
«Díaz-Canel llega aquí a El Mejunje antes de ser primer secretario del Partido (Comunista de Cuba en Villa Clara) porque trae a los hijos a las actividades para niños que nosotros ofrecíamos», recuerda Silverio. El hoy presidente de Cuba asumió el cargo provincial en 1994.
«El Mejunje cambió a la ciudad e hizo mirar de otra manera al país», dice. En el patio, interactúan gays, otakus, skaters, artistas, cantantes, padres, hijos. «Esta es la sociedad del futuro», dice Silverio.
Cerca, en una casa con una puerta amarillo intenso, Saily González y su esposo abrieron hace tres años un pequeño hotel que se convirtió en un lugar inclusivo.
«Surgió con un huésped, hoy amigo, que vino a hacer un documental sobre los transformistas. Recibí varios drag queen que grabaron sus entrevistas en esta casa. Sus historias me conmovieron», explica González, de 27 años.
Cree que los cambios constitucionales pueden atraer el turismo LGBTI.
«Que una pequeña isla en el Caribe, como es Cuba, con la historia política que tiene, complicada y contradictoria, de pronto apruebe el matrimonio igualitario va a ser ‘the big deal'», dice.
«Maricón pero no ladrón«
Adela vive en una modesta casa en Caibarién, donde ha sido elegida tres veces como concejala.
«Caibarién es un municipio que se caracteriza por ser abierto a las preferencias sexuales. Aún siendo un municipio pesquero», dice. Emigró a Caibarién desde el ingenio azucarero Adela. Su padre no aceptó que fuese gay, así que lo denunció a la policía por otro motivo y acabó en prisión dos años.
Eran los primeros tiempos del triunfo de la revolución. «En aquel entonces se cometía mucha crueldad. No podías ser gay porque eras marginado por la sociedad y el gobierno», recuerda.
Pero en Caibarién lo entendieron. «Un agente de la Policía Nacional Revolucionaria me propuso para ser presidente del CDR», dice en alusión a los Comités de Defensa de la Revolución, figura que equivale a la junta vecinal.
Luego llegó a ser delegado (concejal). Cuenta que incluso electores conservadores le dijeron: «Prefiero al maricón antes que al dirigente ladrón».
Antes, Adela quiso ser soldado y se presentó en la escuela de cadetes, desconcertando a los instructores. Lo enviaron a la escuela de enfermería.
Hoy trabaja en el área de electrocardiograma del policlínico de su barrio. Vive con su pareja, un jardinero de 27 años, con quien tiene varios años de relación.
Aspira a que puedan casarse, «es un logro de la evolución de la raza humana». Recuerda que fue la diputada Mariela Castro, hija del expresidente Raúl Castro, la promotora de esta posibilidad.
Como concejal acudió a la Policía para que solicitasen a religiosos de su barrio la retirada de carteles que rechazaban el matrimonio homosexual.
«Ya era tiempo para cambiar todo lo que tiene que ser cambiado, como dijo nuestro comandante en jefe Fidel», dice Adela, quien recuerda con alegría sus años de juventud como drag queen. «Antes era un terremoto en el travestismo. Ahora los tiempos han cambiado y nos vamos poniendo viejos. Pero hay Adela para rato».
Fuente: Página Siete https://www.paginasiete.bo/miradas/2018/9/21/santa-clara-la-ciudad-del-che-guevara-es-el-bastion-lgbt-en-cuba-194562.html