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La historia de amor LGTB entre dos boy scouts que ha entusiasmado a Rusia y ha enfurecido a Putin

La novela Un verano en el campamento, escrita a cuatro manos por la ucraniana Katerina Slivanova y la rusa Elena Malisova, ha sido retirada del mercado en Rusia tras vender medio millón de ejemplares

Algunas veces la realidad le escribe finales enrevesados a la ficción. Chico soviético conoce a chico soviético en un campamento: ese romance clandestino de entonces volvería a estar igual de prohibido ahora en Rusia. La trama de la novela que ha escandalizado al putinismo abarca el período de 1986 a 2006. En una dictadura comunista donde la homosexualidad no tiene cabida, acontece lo inimaginable para el resto: dos chavales se enamoran en un campamento de verano. Después, ocurre lo habitual: de regreso a sus casas, sus vidas se distancian. Pero 20 años más tarde se encuentran en su lugar secreto, donde enterraron su cápsula del tiempo.

La historia está escrita a cuatro manos por dos autoras provenientes de países que encarnan a la víctima y al agresor del momento: Katerina Silvanova (Jarkiv, Ucrania, 1992) y Elena Malisova (Kirov, actual Rusia, 1988). El éxito del libro, titulado en español Un verano en el campamento (Ediciones Martínez Roca), ha obligado a Elena Malisova a abandonar su Rusia natal. Y Katerina Silvanova, que sigue en Ucrania bajo el fuego de la ofensiva rusa sobre Jarkiv, no verá su libro en las tiendas de su país: por haber sido publicado originariamente en Rusia y tener como coautora a una rusa, estará vetado al menos hasta que se acabe la guerra en un país donde todo lo ruso tiene ya un pringoso tinte enemigo.

El decorado de la historia es el movimiento estatal de los ‘pioneros’, que se creó en la Unión Soviética a principios de la década de 1920, con el fin de inculcar en los niños y adolescentes los ideales del socialismo. En un mundo donde ser miembro del partido único —el Partido Comunista— concedía un cierto estatus, formar parte de los ‘boy scouts rojos’, con sus juegos y canciones, era el arranque adecuado en la biografía de cualquier ‘homo sovieticus’. En los años 80, en la Unión Soviética había más de 40.000 campamentos de pioneros, donde en los veranos se formaban como buenos ciudadanos del futuro unos diez millones de escolares lejos de los padres. Cuando alguna vez les enviaban comida desde casa, ésta iba a un fondo común que se repartía de manera equitativa entre todos, sublimando el grupo por encima de las circunstancias individuales

«Las personas LGBT siempre han existido, también existían en la Unión Soviética, simplemente queríamos mostrarlo», explica en ruso Silvanova, que atiende a PAPEL durante una breve estancia en Francia antes de regresar a Ucrania. En las páginas de la novela las autoras describen un mundo oculto para sus padres, pero encerrado al mismo tiempo en un sistema que ellas no llegaron a conocer, pero cuyos contornos dieron forma a su infancia. «Mi madre fue miembro de los pioneros, así que conozco bien la historia, y en Ucrania quedan huellas de todo aquello: jugábamos en lo que fue un campamento de pioneros, crecimos entre los restos de la Unión Soviética y bajo las consecuencias de los años 90″. Tal vez, añade, «esta mezcla de lo moderno y lo antiguo es lo que ha dado al libro tanto éxito», porque para las generaciones más jóvenes la URSS «es otro mundo, es como leer sobre los caballeros de la Edad Media«. El libro cuenta «cuánto sufrieron las personas LGBT, cómo no pudieron aceptarse a sí mismas y qué sacrificios hicieron en un intento de evitar el castigo. Por la sociedad renunciaron a su amor y sus sentimientos».

«Esta mezcla de lo moderno y lo antiguo es lo que ha dado al libro tanto éxito. Es otro mundo, es como leer sobre los caballeros de la Edad Media»

Escribiendo sobre la opresión del pasado, ambas autoras tropezaron con la del presente, pero ni siguiera la guerra las ha separado. Como ciudadana rusa, Malisova admite que todavía está tratando de asumir lo que su país ha hecho: «Es falso eso de que lo que no te mata te hace más fuerte; lo que no te mata te traumatiza, y necesito tiempo para separar las acciones de las autoridades de las de la gente común», explica desde Alemania. Todavía más amargo ha sido para Silvanova, que incluso vivió un tiempo en Rusia en el pasado: «Mi visión ha cambiado, tenía amigos allí, casi una familia. Siempre pensé que los rusos eran un país muy parecido a nosotros, pero después de vivir allí unos años me di cuenta de que, aunque la gente es parecida, ambos estados son muy diferentes; y cuanto más tiempo llevaba ahí, más me daba cuenta de que la Rusia de Putin se estaba convirtiendo en una dictadura«.

En cuanto a la ira rusa contra su libro, Elena Malisova trata de distinguir «entre los homófobos en el poder» y «la gente», porque «en realidad el interés de los lectores sobre este tema está creciendo, y aunque nuestros libros ya no estén en las tiendas, consiguen leerlo en internet». Silvanova va más allá: Un verano en el campamento incluso circula en forma de copias piratas editadas en casa de manera rudimentaria, como los ‘samizdat’ autopublicados en tiempos soviéticos. «Nosotras no recibimos ningún beneficio de ello, ni podemos impedirlo, pero tampoco queremos obstaculizarlo», explica la autora ucraniana, «lo principal es que lean, porque en tiempos tan oscuros es importante que exista esa literatura».

Silvanova es consciente de que tiene más lectores en Rusia que en Ucrania. «Sigo distinguiendo entre el Estado ruso, al que odio, y la gente de allí que se las arregla para no sucumbir a la propaganda. Desafortunadamente, parece que no son tantos como me gustaría». Rechaza «esta versión ucraniana, que ahora es popular, según la cual no hay rusos buenos y que todos odian a Ucrania… no creo que sea así, en tanto que tengo a Elena, a la que no pongo ninguna etiqueta, las dos pensamos lo mismo de esta guerra y ella se preocupa por mí«.

«En realidad el interés de los lectores sobre este tema está creciendo, y aunque nuestros libros ya no estén en las tiendas, consiguen leerlo en internet»Elena Malisova

La amistad entre ambas es incomprendida para muchos igual que el amor de los protagonistas sería incomprendido en la URSS de entonces y lo es en la Rusia de ahora. Desde su lanzamiento a fines de 2021, el libro ha sido una sensación: vendió más de 200.000 copias en los primeros seis meses y generó un revuelo excepcional con esta tierna historia de amor homosexual entre dos jóvenes, que pronto tropezó con una ofensiva generalizada contra la libertad de expresión.

En Rusia el éxito no les generó más que problemas: una oleada de críticas institucionales que ha terminado con la censura de este libro y de todos los de temática LGBT. «Rusia es la heredera de la URSS de una forma u otra, y ese sistema patriarcal, que todavía se llama ‘valores tradicionales’ en Rusia, es totalmente natural desde allí y la homofobia, de hecho, también viene de la URSS», asegura Katia Silvanova.

Un libro prohibido

A raíz de esta novela, miembros del Parlamento ruso y activistas anti-LGTB iniciaron una campaña para prohibir el libro argumentando que «promueve valores occidentales», que contiene «propaganda LGBT» y que «pervierte la idea de la URSS». «Tengo la impresión de que esas personas que dicen que denigramos o profanamos a la Unión Soviética por atrevernos a escribir que había personas de orientación homosexual en un campamento de pioneros… simplemente no leyó el libro», denuncia Katerina Silvanova: «Para nosotras la Unión Soviética no es algo sagrado. Sabemos que la URSS era una estructura bastante inestable y cruel».

Pronto las librerías comenzaron a retirar su libro de las estanterías. Zajar Prilepin, un escritor nacionalista militante, llegó a sugerir que se quemara la oficina de la editorial en Moscú. Pronto las palabras pasaron a derivar en hechos. Al poco tiempo, los editores rusos del libro, publicado por la editorial independiente PopCorn, fueron incluidos en una «lista negra» de personas «bajo la influencia de agentes extranjeros» por promover ideología occidental. Para seguir funcionando, la editorial tuvo que desprenderse de ellos para evitar ser declarada agente extranjero por asociación.

A las críticas se sumó el diputado Vitaly Milonov, impulsor de las primeras leyes contra los gays hace doce años al calor del regreso al Kremlin de Vladimir Putin. Milonov sugirió incluso entregar al personal de la editorial PopCorn al ejército ucraniano, donde —según dijo en una de sus proclamas ultraconservadoras— se sentirían «como en casa entre sus compañeros degenerados». El gobierno ruso fue más allá y elaboró una ley que prohíbe todos los libros de temática LGTB.

Alexander Jinshtein, diputado parlamentario y miembro de línea dura del partido Rusia Unida, considera a este libro «un arma de guerra híbrida«. El ambiente de señalamiento es tan denso que una de las editoriales más importantes de Rusia está reformulando frases potencialmente peligrosas en sus nuevos lanzamientos editoriales. Un hogar en el fin del mundo de Michael Cunningham, ha sido retirado de las estanterías. La canción de Aquiles, de Madeleine Miller, y otros títulos han sido enviados a un «examen pericial«. La biografía de Pier Paolo Pasolini Morir por las propias ideas, de Roberto Carnero, salió a la venta con numerosos fragmentos tachados. Durante este año la Duma, la cámara baja del parlamento ruso, ha estado discutiendo la posibilidad de recuperar la práctica de otorgar licencias para la publicación de libros, una rémora soviética que el Estado abandonó a principios de los años 2000.

Los tiempos de los que escriben las autoras de Un verano en el campamento llaman con furia a las puertas de los rusos. «La URSS es algo sagrado para ellos ahora, y hasta que Putin muera o deje el poder, la guerra no terminará«, sostiene la autora rusa Elena Malisova, «pero estoy segura de que Rusia entrará en razón, después de Putin todo estará bien».

Fuente: https://www.elmundo.es/cultura/literatura/2024/09/18/66e96bb0e4d4d8e5228b45ad.html

“Vamos a curarte de tu perversión”: la terrible terapia de conversión a la que me sometieron en Siberia por ser una persona trans

Ada abandonó Rusia cuando se aprobaron leyes restrictivas contra los derechos LGBT en 2023.

En una granja remota de Siberia, un hombre le entregó a Ada un cuchillo. Frente a ellos había un cerdo.

“Córtalo”, le dijo. “Si quieres seguir adelante con la operación, tienes que entender lo que significa la castración”.

A Ada, una persona trans que para ese momento tenía 23 años, la habían engañado para que fuera a un centro de terapia de conversión después de que le reveló a su familia su identidad de género.

Ella cuenta que en el verano de 2021, una pariente le pidió que la acompañara a Novosibirsk, donde se sometería a una importante cirugía cardíaca.

Allí un hombre las recibió en el aeropuerto y, después de un largo viaje, el automóvil se detuvo de repente.

Fue entonces cuando su pariente se bajó del coche, el conductor se volvió hacia ella, le exigió que le entregara su reloj inteligente y su teléfono, y le dijo sin rodeos: “Ahora vamos a curarte de tu perversión”.

“Cuando llegó un paquete de ropa de invierno dos semanas después, me di cuenta de que no iba a estar allí solo quince días o un mes”, añade.

La obligaron a tomar testosterona, a rezar y realizar trabajos manuales, como cortar leña.

Cuando se enfrentó al cerdo, tuvo un ataque de pánico y no hizo lo que le decían.

Finalmente, después de nueve meses, logró escapar. Alguien había dejado un teléfono tirado que utilizó para llamar a la policía.

Enviaron agentes al centro, que dijeron que tenían que permitir que Ada se marchara porque la retenían contra su voluntad.

La BBC se puso en contacto con este lugar, pero la persona con la que hablamos negó tener conocimiento sobre programas relacionados a terapias de conversión.

También nos pusimos en contacto con un familiar de Ada, pero no obtuvimos respuesta.

Ada escapó de la remota granja siberiana después de nueve meses

Sin derechos

El tiempo que Ada pasó allí fue el punto más bajo de una batalla que, según ella, ha estado librando toda su vida. En primer lugar con su familia, luego con la sociedad en general y ahora con las cada vez más severas leyes contra la comunidad LGBT de Rusia.

Según el experto independiente de la ONU Graeme Reid, los derechos humanos de las personas transgénero en Rusia se han visto sistemáticamente erosionados por la estrategia política más amplia del gobierno de atacar a las minorías vulnerables.

El experto afirma que un año después de que Rusia aprobó una ley que prohíbe la cirugía de reasignación de género, las personas transgénero en el país se han visto privados de sus «derechos más básicos a una identidad legal y al acceso a la atención médica».

La nueva legislación también impidió que las personas cambiaran sus datos personales en los documentos. Ada fue una de las últimas personas en cambiar oficialmente su nombre antes de que la ley entrara en vigor en julio de 2023.

Desde la invasión a gran escala en Ucrania por parte de Rusia, el presidente Vladimir Putin arremetió contra Occidente y los derechos LGBT,y dijo que está luchando por los valores tradicionales rusos.

El año pasado, en un foro cultural celebrado en San Petersburgo, calificó a las personas transgénero de “transformistas o trans-algo”.

Y a finales de 2023, el Ministerio de Justicia de Rusia anunció otro nuevo dictamen, en el que declaró al “movimiento LGBT internacional” una organización extremista.

Ada estaba frente al Tribunal Supremo en Moscú cuando éste declaró al «movimiento LGBT internacional» una organización extremista.

Cualquiera que sea culpable de apoyar lo que ahora se considera una “actividad extremista” se enfrenta a hasta 12 años de cárcel.

Incluso exhibir una bandera arcoíris es ponerse en riesgo de recibir una multa y una posible sentencia de cuatro años de prisión por reincidencia.

En uno de los primeros procesos penales en virtud de la nueva ley, dos jóvenes llorosos y con aspecto aterrorizado comparecieron ante el tribunal de la ciudad de Oremburgo en marzo.

Su delito era dirigir un bar frecuentado por la comunidad LGBT. Su caso aún está en curso.

Después de escapar del centro en Siberia, Ada se mudó a un pequeño apartamento en Moscú donde ofreció a otras personas transgénero un lugar seguro donde quedarse.

Pero las nuevas leyes fueron la gota que colmó el vaso para ella. “No podía quedarme más tiempo… Tuve que irme de Rusia”, afirma en una conversación desde su nuevo hogar en Europa.

Para Francis, que se fue de Rusia en 2018, las nuevas leyes significan que probablemente nunca volverá a casa.

Incluso antes de que fueran introducidas, las autoridades de su ciudad natal, Ekaterimburgo, habían tomado medidas contra él.

Las autoridades rusas se llevaron a los hijos adoptados de Francis después de que éste decidiera hacerse una mastectomía


“Desde que tengo memoria, siempre supe que no era una niña”, señala Francis. Pero en 2017, se casó con Jack, tuvo tres hijos y adoptó dos más.

“Le dije a mi marido: ‘Quizás me equivoque, pero creo que soy transgénero’”.

Acordaron que Francis consultaría a un médico. “Me dijeron: ‘Eres una persona transgénero al 100%’. Me sentí mucho mejor. Todo encajó. Comprendí: esto es lo que soy”.

Después comenzó el proceso de transición, pero pronto intervinieron las autoridades locales.

Sus dos hijos adoptados fueron puestos bajo custodia del Estado y le dijeron a Francis que sus hijos biológicos serían los siguientes.

La familia abandonó Rusia y desde entonces vive en España.

Francisco compartió fotografías de sí mismo, tomadas cuando era más joven.

“¿Eres una niña o un niño?”

Ally, quien es una persona no binaria y usa el pronombre “elles”, abandonó Rusia en 2022 después de la invasión a gran escala contra Ucrania.

Fue una decisión política, no relacionada con las presiones contra la comunidad LGBT, pero esas presiones de todas formas le han costado.

Cuando Ally tenía 14 años, alguien le preguntó: “¿Eres una niña o un niño?”.

“Me dio una sensación de alegría; estaba feliz de que no se pudiera saber por mi apariencia externa”.

Años después, le dijo a una amiga: “’No creo que sea una niña, pero tampoco creo que sea un niño'».

“Me miró y dijo: ‘Bueno, tiene sentido’. Y luego seguimos comiendo sopa. Fue uno de los momentos más felices de mi vida”.

Ally ahora vive en Georgia. El año pasado decidió hacerse una mastectomía. Los familiares cercanos aún no lo saben.

“Si hubiera ido a ver a mis padres y les hubiera dicho: ‘Mamá, papá, soy lesbiana’, habría sido más fácil que decirles: ‘Mamá, papá, me he cortado los pechos y quiero que me llamen ellos’”.

Ally abandonó Rusia en 2022

Aunque Ally tenía un diagnóstico médico antes de la nueva ley rusa que prohíbe el cambio de sexo y había elegido un nuevo nombre neutro, ya no es posible cambiar el pasaporte ni otros documentos importantes.

Francis tiene el mismo problema. Todos sus documentos incluyen su antiguo nombre, lo que provoca confusión cuando le piden la tarjeta de identificación o tiene que llenar formularios.

Pero dice que la vida en España es buena. Encontró trabajo en una fábrica textil que le encanta.

Igual que Ally, Francis reconoce que el clima de intolerancia fomentado por las nuevas leyes anti-LGBT ha dificultado las relaciones con la familia.

“Mi madre ya no me habla”, cuenta. “Cree que he deshonrado a nuestra familia y le da vergüenza mirar a los vecinos a los ojos. Es como si yo fuera un bicho raro, un ladrón o hubiera asesinado a alguien”.

Y vivir en el extranjero siendo una persona rusa mientras continúa la guerra en Ucrania puede añadir otra capa de complejidad, señala Ally: “En Rusia, no les gustamos a las autoridades y a los sectores conservadores de la sociedad porque somos transgénero. En el extranjero, a la gente no le gustamos porque somos rusos”.

Lo único que realmente quiere la comunidad trans, afirma Ada, es que la gente pueda vestirse como quiera y no tenga miedo de que la golpeen.

«Sólo quiero que la gente deje de tener que pensar en cómo sobrevivir”, dice.

Fuente: https://www.bbc.com/mundo/articles/c849q71gzwlo

Rusia estudia prohibir entrega en adopción de niños a países que permitan cambio de sexo

Entre estos países citó a Australia, Austria, Argentina, Bélgica, Reino Unido, Alemania y España.

La Duma rusa (Cámara baja del Parlamento) inició los debates del proyecto de ley que prohíbe la entrega en adopción o el tutelaje de niños para los ciudadanos extranjeros en cuyos países esté autorizado el cambio de sexo.

«La propuesta de tomar esta decisión cuenta con un gran apoyo. Ya lo habíamos debatido antes. Será un paso correcto y legítimo en el marco de la política estatal de Rusia dirigida a defender los valores tradicionales y la infancia», indicó el presidente de la Duma rusa, Viacheslav Volodin, en su cuenta de Telegram.

Al anunciar el inicio de estos debates, Volodin puntualizó que esta propuesta supone la negativa de adopción o tutelaje de niños rusos a ciudadanos de aquellos países que autoricen el cambio de sexo por vías médicas o mediante cambios en los documentos de identidad.

Entre estos países citó a Australia, Austria, Argentina, Bélgica, Reino Unido, Alemania y España.

«Esta ley nos permitirá proteger a los niños», indicó, al defender que excluirá el posible riesgo de un cambio de sexo para los niños rusos adoptados en estos países.

Rusia ya había prohibido en 2013 la adopción de niños rusos por parte de parejas extranjeras del mismo sexo como parte de una cruzada contra la homosexualidad que ha ido ganando fuerza desde entonces.

Si en un principio se prohibió la propaganda homosexual entre menores, las autoridades rusas han recrudecido estas normas, extendiéndolas a cualquier tipo de propaganda homosexual y la prohibición del cambio de sexo.

Fuente: https://listindiario.com/las-mundiales/europa/20240713/rusia-estudia-prohibir-entrega-adopcion-ninos-paises-permitan-cambio-sexo_816968.html

Putin: «En Rusia hay bastante tolerancia con la homosexualidad»

Internacional

¡La polémica está servida! Las recientes declaraciones del presidente ruso, Vladimir Putin, sobre la homosexualidad están causando revuelo. Según él, en Rusia hay «bastante» tolerancia hacia la homosexualidad, pero con una advertencia clara: «a los niños, no los toquen». Estas palabras llegan en un momento de tensiones crecientes después de que la Corte Suprema rusa declarara extremista al movimiento LGBTIQ+

Putin, en un foro reciente, afirmó que son tolerantes con las personas con orientaciones sexuales no tradicionales, pero que no están de acuerdo en promoverlo activamente. Según él, cada persona puede vivir como quiera, pero insiste en la protección de los niños frente a lo que él vincula con los abusos sexuales.

La decisión de la Corte Suprema de prohibir el «movimiento LGTB internacional» en Rusia ha generado una ola de preocupación por los derechos de este colectivo. Esta medida abre la puerta a acciones legales contra cualquier grupo que defienda los derechos LGBTIQ+ en el país.
Las autoridades rusas están tomando medidas más duras contra lo que consideran «preferencias sexuales no tradicionales». Anteriormente, la propaganda LGBTIQ+ estaba sujeta a multas, pero ahora podría ser considerada como un delito de extremismo, con penas de cárcel.
Desde el inicio de la invasión rusa en Ucrania en 2022, el Gobierno ha intensificado su postura contra el colectivo LGBTIQ+, presentándose como un bastión moral frente a la «decadencia de Occidente».
Estas acciones han generado una fuerte reacción tanto dentro como fuera de Rusia. La directora de la fundación Sphere, Dilia Gafurova, criticó la intención del gobierno de prohibir a este grupo social, señalando que están siendo tratados como ciudadanos de segunda clase.
En enero de 2024, una fotógrafa enfrentó juicio por difundir imágenes con la bandera arcoíris, en virtud de la ley que persigue a organizaciones extremistas.
Las recientes declaraciones y acciones del gobierno ruso están generando preocupación por los derechos y la seguridad de la comunidad LGBTIQ+ en el país.

Fuente: https://www.cromosomax.com/putin-en-rusia-hay-bastante-tolerancia-con-la-homosexualidad

Dos Mujeres Rusas Forzadas a Pedir Perdón tras un Beso: «Amo a Rusia y a los Hombres»

Internacional

Las leyes rusas anti-LGBT+ más estrictas están empezando a mostrar efecto. Las dos mujeres, que aparecen en un vídeo dándose un beso tras lo que parece una propuesta de matrimonio, han sido arrestadas y deberán disculparse públicamente. Las dos mujeres dejan claro en un nuevo vídeo que «no son pro LGBT+».

El video, publicado en Instagram pero eliminado rápidamente, muestra a la blogger Vladlina Alchaeva aparentemente proponiéndole matrimonio a otra mujer, después de lo cual se besan mientras un camarero les trae un pastel.

A pesar de que el vídeo fue rápidamente eliminado, ambas mujeres fueron arrestadas. La policía local ha publicado un vídeo en el que los dos se disculpan. «Mis disculpas a todos los que piensan que somos pro LGBT», dice una de ellas. «Conocemos las leyes de nuestro país». Prometen que «no volverá a suceder».

Alchaeva, la bloguera que publicó el vídeo en sus redes sociales, también dijo al canal estatal ruso RT que «ama a los hombres y a Rusia».

Las dos mujeres no son las únicas que sienten las consecuencias de una legislación anti-LGBT+ más estricta. Desde el inicio de la invasión a gran escala en Ucrania, Rusia ha endurecido su ley contra la «propaganda LGBT+» y ha calificado al «movimiento LGBT+» de extremista. Una mujer tuvo que cumplir una breve condena de prisión por llevar pendientes arcoíris, «símbolo de un movimiento extremista» según el tribunal que la condenó. Un fotógrafo también fue multado por fotografiar banderas arcoíris.

La retórica anti-LGBT+ es una estrategia electoral de Vladimir Putin, que se posiciona como protector de los valores tradicionales. Además, esto le permite distanciarse de «Occidente», que considera decadente y sólo se centra en cuestiones como el género y el sexo. Otros líderes mundiales están copiando esta estrategia, incluido el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, así como varios líderes africanos.

Fuente: https://www.out.tv/es_ES/noticias/dos-mujeres-rusas-forzadas-a-pedir-perdon-tras-un-beso-amo-a-rusia-y-a-los-hombres

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