La semana pasada se conoció a través de la prestigiosa revista Science un estudio de genetistas que ha determinado, tras analizar más de 500.000 casos de Estados Unidos y el Reino Unido, que el «gen gay» no existe.
La semana pasada se conoció a través de la prestigiosa revista Science un estudio de genetistas que ha determinado, tras analizar más de 500.000 casos de Estados Unidos y el Reino Unido, que el «gen gay» no existe.
Más allá de la obviedad de esta conclusión (¿por qué debería haber una causa eficiente para que una persona fuera lesbiana, gay, bisexual o… heterosexual?) este estudio trae nuevamente a la agenda un debate de larga data: ¿cuál es el origen de las sexualidades no heterosexuales?
A lo largo de por lo menos un siglo y medio legiones de científicos, religiosos, médicos y juristas se han embarcado en encontrar una explicación para la compleja pregunta acerca de por qué algunas personas no son heterosexuales.
¿Qué causa origina estas expresiones de la sexualidad? ¿Es cierto que las personas no heterosexuales lo son a causa de algún hecho traumático, de haber sufrido un abuso? ¿Le habrán faltado a gays, lesbianas y bisexuales modelos masculinos y femeninos bien definidos en su crianza? ¿Se puede «curar» la homosexualidad? ¿Es posible «recuperar» para la heterosexualidad a las personas desviadas?
Preguntas que seguramente habremos escuchado hasta el hartazgo durante mucho tiempo. Preguntas que esconden el deseo secreto de una parte de la sociedad: encontrar el origen, la causa del «problema» para corregirlo, enderezarlo.
Preguntas que llevaron a cometer las peores aberraciones de que la humanidad pueda dar cuenta, como los 15.000 varones gays asesinados en los campos de concentración nazis, en el proceso de búsqueda de la curación y recuperación de ellos, para la causa política y militar del Tercer Reich.
Preguntas que aún resuenan en los 77 países del mundo que penalizan -con la cárcel y hasta la muerte- las expresiones no heterosexuales de la sexualidad humana.
Preguntas que aún explican el abandono y exclusión familiar de miles de niñas y niños, por el sólo hecho de expresar lo que son.
Inevitable pensar en este contexto en nuestra propia historia de vida. ¿Por qué seré yo un varón gay, tercer hermano de cuatro, y todos mis hermanos heterosexuales? ¿Por qué en un mismo contexto y con la misma crianza – exenta de violencias y hechos traumáticos – esto es lo que siento? ¿Por qué mis hermanos no tuvieron que sentar en una mesa a mis padres para contarles, con cara de circunstancia, que eran heteros? ¿Cuando empezamos a buscar explicaciones por lo diferente, y con ese simple hecho, marcar la diferencia?
Sin dudas la sociedad sigue educándonos para la heterosexualidad obligatoria. Y por ello aún la percibimos como algo más frecuente, más visible. Ni más ni menos que eso. Y sin dudas lesbianas, gays y bisexuales seguimos habitando nuestras comunidades. A pesar del odio, a pesar del escrutinio público, a pesar de la genética y la cultura.
Tal vez deberíamos aceptar que lo «natural», que «lo normal», es que la sexualidad se exprese en formas diversas, y que los estudios científicos, los esfuerzos académicos y los compromisos presupuestarios y políticos, estuvieran orientados a erradicar de una vez por todas la discriminación y la violencia, y a promover el respeto y la construcción de un mundo policromático, tan intenso y vibrante como los colores del arco iris.
El autor es subsecretario de Políticas de Diversidad Sexual del gobierno de Santa Fe y vicepresidente de la FALGBT.
Fuente: https://www.infobae.com/opinion/2019/09/02/y-si-estudiamos-el-origen-de-la-heterosexualidad/